¿Hay algo más familiar que casarse en la plaza del pueblo donde has crecido y celebrar el banquete en el jardín de tu casa? Caro y Tati querían un enlace muy familiar y eso consiguieron: una boda que reunió a los que más quieren y los mimó de principio con infinidad de cuidados detalles.
Para eso dejaron la decoración de la boda en manos de Detallerie, expertos en cuidar todos los detalles de forma personalizada y, lo más importante de todo, conseguir que la boda refleje la identidad de los novios. Se encargaron, también, del estilismo y de la organización integral del enlace, preocupándose porque todo saliese a la perfección.
El hilo temático de la boda se basó en la lavanda y el olivo, y, como todos los detalles de la decoración, tiene un por qué: la familia del novio se ha dedicado durante generaciones al cultivo de olivos y a la producción de aceite. ¡Pero aún hay más! el lugar de la celebración era la antigua fabrica de aceite donde lo producían. ¿Qué mejor que celebrar el gran día en un lugar simbólico y cargado de historia familiar? La lavanda sirvió para dar un toque de color y frescura a la rústica y detallada decoración.
El enlace tuvo lugar a media tarde en la iglesia románica del pueblo, donde una cesta cargada de abanicos esperaba a todos los invitados para ayudarles a combatir el calor mientras los novios se acababan de preparar para el gran momento.
La novia llevaba un vestido hecho a medida entallado en la cintura y falda de seda. Los zapatos con detalles de pedrería eran de Menbur y contrastaban con el ramo de estilo campestre que ideó Detallerie y creó Moshi Floristeria. Todos los elementos conformaban un look clásico, elegante y sencillo, pero lo más importante es que reflejaba la personalidad de la novia.
Dentro de la iglesia: una decoración muy sencilla y natural, acorde con el resto de la boda, dejaba el máximo protagonismo a los novios y a la preciosa capilla románica. Los anillos, los “sí, quiero” y alguna que otra lágrima antes de que cada invitado se hiciera con un saquito de arroz para celebrar la salida de la iglesia de los recién casados hicieron el resto.
El banquete tuvo lugar en el amplio jardín de su casa, al otro lado de la plaza con los marrones y crudos como colores protagonistas. En unas guirlandas de olivo colgaba la distribución de las mesas redondas o cuadradas que aprovechaba al máximo el espacio para sentar a todos los invitados debajo de una enorme carpa: ¡todo dispuesto para seguir la fiesta hasta que el cuerpo aguante!
La pareja fue recibida con entusiasmo por sus seres queridos, que hacían girar las servilletas al aire. Durante la fiesta no faltó el cotillón argentino en homenaje a la familia de la novia y que aportó el toque de humor a la noche.
Y es que todos estamos de acuerdo en que no hay nada mejor que poder compartir este día con los que más queremos, ¿verdad? Esta es una de las muchas razones por la que nos ha encantado esta boda: lo primordial era la comodidad y diversión de todos los asistentes.
Imágenes: Padilla & Rigau Wedding Photographers